La fijación del dióxido de carbono (CO2) es un proceso fundamental en la fotosíntesis, donde las plantas, algas y algunas bacterias convierten el CO2 atmosférico en compuestos orgánicos, como azúcares, utilizando la energía de la luz solar. Este proceso es mediado principalmente por la enzima Rubisco (ribulosa-1,5-bisfosfato carboxilasa/oxigenasa), que cataliza la reacción entre el CO2 y la ribulosa-1,5-bisfosfato (RuBP).
La fijación del CO2 es crucial para el ciclo del carbono y la producción de biomasa. Se estima que la enzima Rubisco media la entrada de aproximadamente 1014 kg de carbono en la biosfera cada año, aunque su eficiencia es limitada debido a la competencia con el oxígeno, lo que puede llevar a la fotorespiración y la pérdida de carbono fijado.
Para mejorar la eficiencia de la fijación de CO2, muchos organismos han desarrollado mecanismos de concentración de CO2 (CCM). Por ejemplo, las algas eucariotas utilizan un orgánulo llamado pirenoide, que concentra el CO2 alrededor de Rubisco, aumentando así la tasa de fijación de carbono y reduciendo la fotorespiración.
Investigaciones recientes han desarrollado modelos de reacción-difusión para analizar la eficiencia energética de los CCM en algas como Chlamydomonas reinhardtii. Estos modelos sugieren que la localización adecuada de las anhidras carbónicas puede reducir el ciclo de carbono fútil entre CO2 y HCO3−, mejorando así el rendimiento del CCM. Además, se están explorando estrategias para transferir estos mecanismos a cultivos terrestres para mejorar su rendimiento y eficiencia en el uso del agua y nitrógeno.